"CENTRO DE ARTE DE LA AAA

"CENTRO DE ARTE DE LA AAA
Sede de la Asociación de Artistas Alicantinos

sábado, 29 de septiembre de 2012

RAMÓN RODRIGUEZ NOS PRESENTÓ SU CUADRO "FACEBOOK" EN MIRAR UN CUADRO


 <A LA IZQUIERDA, RAMÓN RODRIGUEZ, CON EL PRESENTADOR CARLOS BERMEJO>
 <PESE A LAS INCLEMENCIAS,RAMÓN RODRIGUEZ, NO ESTUVO SOLO>
<"FACEBOOK",  EL MAGNIFICO  DIBUJO QUE RAMÓN RODRIGUEZ, TRAJO A QUE LO ENJUICIÁRAMOS>
<EN UN ALARDE DE TÉCNICA E INGENIO, RAMÓN, DIBUJANDO IN SITU, UNA OBRA QUE TAMBIÉN REGALÓ, MEDIANTE SORTEO, A LOS ASISTENTES>

MIRAR UN CUADRO: RAMÓN RODRIGUEZ
OBRA:”FACEBOOK”
    Queridos amigos y compañeros.
   No dejaros engañar por las apariencias. Este hombre maduro, de cabello blanco, cejas crispadas, ojos azul oscuro y  rostro de rasgos clásicos y armónicos  cual  noble tribuno romano digno de ser inmortalizado en mármol, que cuando se apasiona defendiendo sus ideas, su voz se asemeja a la de un Júpiter tonante, capaz de romper los tímpanos de su interlocutor, no es el hombre que veis sentado, aquí a mi lado: él es el niño de la posguerra que, sin haber visto nunca la mar, llega desde un pueblo de Jaén,  con su familia de emigrantes, a Puerto Sagunto, un pueblo valenciano, nacido a principios del siglo XX, por la visión empresarial de un vasco que instalo allí una fundición de la que surgiría la empresa Altos Hornos de Vizcaya, que para el niño RAMÓN, Rodríguez por partida doble, iba a ser el crisol donde se fundió al fuego su vida de hombre y de artista.
  Al socaire de esa empresa, ya convertida en aglutinador de todo lo que se fraguaba en El Puerto, el niño RAMÓN, como casi todos los del pueblo, inicia primaria en el Colegio Nuestra Señora de Begoña, donde pronto se destaca entre sus compañeros por su dotes innatas para el dibujo, estimuladas por su pasión por los tebeos, especialmente por los de hazañas bélicas y de ahí el apelativo de EL LARRY, con que se le empezó a conocer. A los ocho años,  la pulcritud de sus cuadernos y los dibujos con los que refleja los mapas de la geografía política y física española, son dignos de admiración. RAMON  es ya el niño prodigio, el Arturito Pomar de Puerto Sagunto, hasta el punto de que uno de su maestro de primaria, escribe a la Fabrica Nacional de Moneda y Timbre proponiéndole como grabador cuando solo tenía 9 años. Tal era el asombro que despertaban las dotes de RAMÓN para el dibujo.
  Quizá, basado en eso, logra una beca de la empresa Altos Hornos para estudiar el bachiller elemental. En el Instituto o Escuela de Grado Medio, deslumbra a sus compañeros y amigos a los que ayuda con sus dibujos, hasta el punto de que en un examen en el Instituto de Requena, donde acudían para examinarse a fin de curso, un compañero de  estudios de nombre Gorrochegui, le pidió, en un descuido en la vigilancia de los examinadores, que le hiciera el dibujo que pedían, y RAMÓN el bueno y noble de RAMÓN, no lo dudó, se lo hizo pero no le quedó tiempo para hacer el suyo, por lo que el gran dibujante, a punto estuvo de suspender en dibujo. Lo aprobó, porque sus profesores le propusieron al Tribunal que le hicieran un examen extra a su presencia, con tiza y en la pizarra. El Tribunal aceptó diciéndole que dibujara lo que quisiera. RAMÓN, maestro experto en la técnica de la tiza, con la que habia adornado, (grafitado diríamos hoy) todas las calles y la paredes  del El Puerto, en pocos momentos y ante los  boquiabiertos miembros de Tribunal, dibujó un portaviones en combate sobre el que disparaban en picado dos cazas enemigos. Aprobó con sobresaliente.
  Por aquel entonces, RAMÓN se convierte en hábil falsificador de moneda y timbre. Pero solo para jugar a un primitivo y pionero  monopoly,  falsifica las pesetas y los duros de la época, uno de los cuales y muchos años después, aun  conservaba en la cartera, su profesor de matemáticas. Igualmente actuaba de animador  para sus compañeros en las largas y aburridas  horas de estudio, dibujando jocosas historietas en la pizarra y cuando era sorprendido por el profesor, este le dejaba terminar, por la petición unánime de los alumnos y con ello finalizaba la clase.
   Simultáneamente con los estudios, pasa a la Escuela de Aprendices de mama empresa, para aprender  el oficio que le habia de convertir en obrero metalúrgico a su servicio, lo que significaba un  buen porvenir económico, para un hijo de emigrantes pobres de la posguerra. En esa escuela contacto con otros compañeros aficionados al dibujo y con ellos  asistió a una rudimentaria escuela en esa técnica en la que enseñaba Don Antonio Michavilla, limitándose a esas enseñanzas todo su bagaje académico. Fue entonces cuando comenzó a participar en algunos concursos y certámenes de pintura, ganando a finales  de los cincuenta  en Valencia, el primer premio provincial de dibujo a plumilla, que organizaba el Frente de Juventudes. Esto le animo a presentar un dibujo como posible portada de la revista interna que por entonces publicaba la empresa Altos Hornos. Y eso le cambio la vida, pues lo ganó al ex aequo con otro trabajador de Bilbao. Llegado a manos del Director General de la empresa, quiso saber quien era el autor y al informarle que era un trabajador de la empresa en el Puerto de Sagunto, dispuso que pasara a la sala de dibujo y proyecciones y con ello, el obrero paso a la categoría de empleado técnico de oficinas. Se da entonces en el, una metamorfosis, que no lo transforma en un insecto como al personaje de Kafka, sino en un esnob a la inglesa: adopta poses de artista  intelectual y filosofo, fuma en pipa como el detective  Cherlo Holmes  y el doctor  Watson, se viste en consecuencia y comienza a relacionarse con la bohemia de su tiempo, con los librepensadores y descreídos del Puerto, que ya los habia en aquellos tiempos oscuros. Imbuido ya de esa pose,  participa en Valencia en un concurso de pintura y a tiralíneas hace un dibujo de las Torres de Serrano, que  es premiado. Con esos triunfos parece ser que se  le dispara el ego juvenil y se siente fuerte para ignorar a quien le critican.  Esa actitud le acarrea la enemistad del clero y de las fuerzas vivas del pueblo, y  al llegarle la edad de prestar el servicio militar obligatorio,  y por arte de birlibirloque, se rompe la arraigada costumbre y norma, de que los mozos del pueblo lo presten en la cercana base de aviación de Manises. A él lo destierran a la base alicantina de Rabasa y ya nunca más vuelve a su antigua vida y trabajo en la empresa Altos Hornos en Puerto Sagunto. Termina el servicio militar y sea por el  repudio de las llamadas fuerzas vivas, o por algún otro asunto oscuro en su biografía que huele a desengaño amoroso, o a retirada estratégica, decide quedarse a probar fortuna en Alicante, ciudad que le atrae poderosamente y más viniendo de un pueblo.
    Sin trabajo ni perspectivas de tenerlo y apenas con unas pesetas en el bolsillo, las quema, autoconvidandose,  en la terraza de la  cafetería Ceylán en La Explanada, mientras dibuja en una servilleta de papel, como siempre suele hacer cuando no sabe que hacer y quiere olvidarse de los problemas. Los camareros, que ven lo que dibuja en la servilleta, son los primeros admiradores de su arte en la Ciudad, y le proponen la realización de algunos carteles para anunciar los menús, las tapas, los precios etc. Lo acepta y pronto se gana algunas pesetas, pues se corre la voz y le salen nuevos clientes en ese tipo de dibujo publicitario, en bares, tiendas, talleres y otros. Sin embargo esos trabajos a salto de mata, no le dan para vivir decentemente, y durante una temporada vive la bohemia, y algunas noches los duros bancos de mármol de La Explanada hace de colchón para dormir y soñar con días mejores,  hasta que el arquitecto Guardiola convoca para contratar a un delineante, acuden varios, pero la plaza se la asignan a él. Estabilizado económicamente, y con un trabajo fijo,  en uno de sus viajes casi clandestinos  a Puerto Sagunto, una prima suya le habla de una amiga que vive en Jaén y que trabaja como  dependienta en Galerías Preciados. Es guapa y tipazo, le gusta la pintura y la escritura y tiene ideas románticas concordantes con la suyas. Empieza entonces una relación epistolar que duraría un año, que acabó como tenia que acabar ese amor romántico, en el que RAMON, jugaba con la ventaja de estar dotado de una prosa exquisita y de una vena poética bien notoria, que le valió para conquistarla y llevársela al huerto, pasando antes por la Vicaría (esa Vicaria que tanto le gusta y que también sabe copiar) pues en aquellos tiempos no  existía mas formula que esa para consumar el amor. Y estabilizado ya,  también en lo sentimental, RAMÓN, se dedica en cuerpo y alma a su trabajo como delineante arquitectónico y publicitario, trabajando para los arquitectos Guardiola y Vidal Massanet a un tiempo y durante varios años y finalmente con Emilio Alberola, a cuyo servicio le llegó la edad de la jubilación.
  Y ya jubilado, ¿Qué hacer, a  parte de atender a la familia, y echarle una mano a su única hija en el cuidado de su nieto? pues seguir dibujando por libre, para que la mano no se entumezca después de casi sesenta años haciéndolo. Hasta que un día, su mujer le estimula para que acuda a la Plaza de Gabriel Miró, donde ha visto o a oído decir, que un domingo a la semana un numeroso y bien avenido grupo de pintores, pintan y exponen lo pintado. Y allí que acude RAMÓN a integrarse por libre en el paisaje urbano de la encantadora Plaza, pero sin integrarse como uno más de los artistas que pintan integrados en la Asociación de Artistas Alicantinos, organizadora de esas jornadas de pintura al aire libre. Y un domingo tras otro, RAMON, aislado de los demás pintores, sentado en su banquetita plegable y con el blog de dibujo sobre las piernas, recoge con actitud de reportero gráfico, escenas de la plaza con los pintores como personajes de esas historietas de tebeo que él inventa y le da forma con los trazos firmes de un modesto bolígrafo Bic. Sin embargo el tímido y retraído lobo solitario, no puede evitar ser el asombro de los mirones que pululan por la Plaza, que se detienen y admiran la precisión de sus dibujos y la rapidez con que los ejecuta. Y como a este modesto coordinador de todo, y por supuesto, verificador de todo lo que ocurre en torno a la Plaza, no se le podía escapar la ocasión de integrar en la manada societaria, a aquel lobo solitario que cazaba por libre entre los nuestros, al final lo logró, y, como el fichaje fue relevante, al  poco publique en el desaparecido blog antiguo de la Asociación, la pequeña historia de como capte al socio numero 471 de la manada:
 “Nuestro compañero Ramón Rodríguez, más conocido en el mundo del dibujo humorístico  o de la “viñeta” social,  como “EL LARRY”, es un asociado relativamente reciente, que fue captado por mí en el entorno de la Plaza de Gabriel Miró, donde acudía “por libre” a las sesiones de Pintura al Aire Libre, que organiza nuestra Asociación.
  Aunque en un principio se resistía a encuadrarse, mis argumentos y el “buen rollo” que veía entre nosotros, le hicieron dejar de ser “el lobo solitario” (a lo que tan dados hemos sido siempre los pintores) y se integró en la manada. Su afán al hacerlo, no era el del lobo solitario que se integra porque ve que fuera de la manada “no se come un cordero”  ( “una rosca”, diríamos los humanos) si no porque llega un momento en el que el lobo siente la necesidad de agruparse con los  demás cánidos para aullar al unísono sus similares inquietudes, sobre  lo caro que esta el cordero, las nuevas técnicas de caza, y criticar o ensalzar - aun dejándose dominar-  al macho alfa que domina en la manada.
  Ahora bendice el día en el que se integró, pues entre los demás lobos ha encontrado su sitio en el “espíritu” de la manada y su aullido y su experiencia se escuchan con respeto y admiración  por  sus magníficas cualidades para narrar episodios de caza y por la habilidad de sus patas delanteras para trazar huellas.
   Pues bien el lobo, ha tenido a bien perpetuar la imagen de alguno de sus compañeros de manada, en plan serio por la calidad de su dibujo, pero con el matiz jocoso como corresponde a un maestro de la viñeta.
   Uno de esos compañeros, en los que ha fijado su atención poética y gráfica, soy yo. Se lo agradezco de verdad y me reafirmo en lo acertado de haber logrado su incorporación a la manada.”
  Poco mas puedo añadir sobre la incorporación de RAMÓN a la Asociación, que él considera ha sido una de las mejores decisiones de su vida.
  Hablar de la pintura de RAMÓN, es hablar de dibujo, de plumilla, bolígrafo o rotulador. Con esas armas, algo de óleo y acuarela, y una paciencia y laboriosidad infinita puesta al servicio de, casi una patológica adicción por el trazo, RAMÓN ha creado una obra inmensa. Si pudiéramos poner,  una tras otra  líneas y rayas  y hacer de ellas una sola, no exagero al decir que los trazos  hechos por RAMÓN hasta el día de hoy, podría circunvalar la tierra, no una si no varias veces. Sin embargo, y a pesar de ello, no podemos considerar la obra de RAMÓN como la de un pintor al uso. Él no mancha cuando utiliza el color, él dibuja y luego rellena. Es decir son dibujos coloreados. Su escuela como pintor, esta basada en los tebeos y luego en su profesión de delineante durante media vida. Y eso que pudiera haber sido la base para su despegue como pintor, porque, digámoslo bien claro, no se puede ser un gran pintor sin saber dibujar, a él, grandísimo dibujante, no le sirvió para ser ese gran pintor que pudiera haber llegado a ser. Quizá le faltó escuela y por supuesto tiempo, pues el trabajo profesional le  tenía atado al duro banco de la delineación. Sin embargo RAMON  es algo mas que dibujante: es un frustrado creador de historietas profesional, en las que podría haber llegado  a ser el Vaño, creador de la fisonomías de Roberto Alcázar y Pedrín, el Gago del Guerrero del Antifaz, el Boixcar de las Hazañas Bélicas, o uno de los muchos creadores de personajes del famoso tebeo, como Zipi Zape, el Capitán  Trueno, o el Benejan de  la Familia Ulises, cuya nieta Roser  es nuestra consocia.
  Y como quiera que el grueso de la obra de RAMÓN, esta dispersa entre los infinitos beneficiarios de su prodiga generosidad, en la que abundan los retratos sicológicos en poder de los retratados, RAMÓN,  no ha llegado a hacer  nada más que unas cuantas exposiciones colectivas y una individual que, más que hacer se la hizo uno de sus grandes beneficiados por  su generosidad, su amigo de la niñez en Puerto Sagunto, y a la vez pintor, ANTONIO COSIN,  con la recopilación de las obras de RAMÓN en su poder y otras que le prestaron.  A eso, y a las colectivas en las que participa a raíz de su asociación con nosotros,  se reduce su actividad expositiva, por lo que podemos decir que la obra de RAMÓN no es conocida más allá de su entorno de amistades, en Puerto  Sagunto y entre nosotros, sus compañeros de Asociación.
  Y  como ya es tradicional, no puedo cerrar esta ya larga semblanza, sin trazar el retrato sicológico  de RAMON. Lo voy a hacer con  pies de plomo, porque la personalidad de nuestro protagonista tiene tantas facetas como capas una cebolla: es más bien tímido y comedido, pero se exalta defendiendo sus ideas, que las tiene para dar respuesta a casi todo y en especial en lo tocante a la cultura artística, en la que es una autoridad. Hablar de pintura con RAMÓN, es una gozada para él y para su interlocutor. Es algo así como consultar el Espasa. Su entusiasmo por la pintura es contagioso y allá donde él este, ese es el tema predominante en el que siempre tiene algo que decir. Y sin embargo no presume de nada, pues su modestia llega hasta el punto de minusvalorar su propio arte para el dibujo, y mucho menos el llegar a considerarse como pintor.  Noble y generoso, da con la elegancia del que no valora su ofrenda y si el agradecimiento del que recibe, y a la hora de valorar la obra ajena, oculta con benevolencia los defectos  y ensalza con sincera admiración las virtudes. Su humor es fino y nada mordaz, pero a veces tiene la retranca que el poso de los años le da, para tirar la piedra sin esconder la mano pero procurando  hacer el menor daño posible. Es sensible y tierno y de lágrima fácil cuando se le toca la fibra de los sentimientos humanos o poéticos, a los que  su imaginación de romántico empedernido alimenta. Y tiene, lo que éste modesto biógrafo mas valora en una persona: una bondad  infinita, a prueba de desaires   para los que siempre encuentra el perdón o la justificación atenuante. Porque, digámoslo ya de una vez, RAMÓN  es un noble pedazo de pan bendito, que se da a comulgar entre los amigos para que lo queramos y admiremos cada día un poco más.
¡Eh ahí al hombre!
Carlos Bermejo
Alicante, 28 de septiembre de 2012